Colección
Escupideras
Escupidera formada por un vaso de porcelana con la base metálica.
Las escupideras formaban parte de las medidas profilácticas adoptadas contra la tuberculosis. Fueron muy empleadas hasta mediados del siglo xx en lugares públicos, pero también en los salones de las casas acomodadas. Se colocaba agua en el interior para una mejor higienización.
A finales del siglo xix y principios del xx, la tuberculosis fue la principal causa de muerte en la región de Oporto. El célebre médico Ricardo Jorge llegó a denominar Oporto «la ciudad cementerio». Tal y como sucedía en otros grandes centros urbanos europeos, sometidos a un crecimiento significativo a causa de la industrialización, el origen de esta epidemia fueron las penosas condiciones de vida de la población: hacinamiento en las viviendas, pobreza y malnutrición, y unas condiciones del aire, del agua y del suelo muy deficientes.
Las investigaciones del médico alemán Heinrich Koch y, en especial, del científico francés Louis Pasteur, demostraron que las causas guardaban una estrecha relación con los microorganismos, y subrayaron la necesidad de la higiene como una cuestión social.
Estas teorías higienistas ejercieron una gran influencia en el urbanismo del mundo industrial de la época, como la creación de sistemas de alcantarillado y de aseos públicos; la incorporación de cloro en el análisis bacteriológico y en el tratamiento del agua; la recogida sistemática de la basura; y la ventilación de las viviendas.
El impacto de la tuberculosis —o del tifus, como también se conocía esta enfermedad— llegó a manifestarse en el arte y la literatura, adquiriendo así un carácter romántico y artístico que le valió también la denominación de «fiebre de las almas sensibles» (que era cómo se la conocía en el siglo xviii).
La enfermedad es provocada por una bacteria que recibió el nombre de «bacilo de Koch», identificada y aislada en 1882.
En Portugal, y en especial en Oporto, la mortalidad por tuberculosis alcanzó unos niveles particularmente elevados desde finales del siglo xix hasta mediados del xx. La gradual mejora de las condiciones de vida y, sobre todo, la administración generalizada de la vacuna BCG, creada en 1921 y utilizada en Portugal desde 1929, permitieron controlar la epidemia.